domingo, 25 de octubre de 2009

Un trinomío sobre Pablo

Pablo tenía siete años cuando un mal rebote de la pelota de baloncesto de su hermano le dejó sin poder distinguir lo dulce de lo salado y le provocó una esferofobia que hizo que en su casa nunca más hubieran espejos, vasos o sartenes redondas. Además, en su casa los huevos fritos desaparecieron en el menú.

Tanto su miedo a cualquier cosa redonda como su incapacidad para distinguir sabores le hizo tener una infancia un poco dura. Por una parte, los niños le hacían el blanco de sus burlas por no querer practicar ningún deporte en el que se utilizara una pelota, por otro, comía todo lo que le ponían delante sin rechistar y más de una vez había sido ingresado por intoxicación. Pero el día que peor lo pasaba era el de Pascua cuando su madrina les traía a él y a su hermano una tarta de chocolate en forma de balón de futbol.

Cuando Pablo tenía 28 años y ya no recordaba cuantos sabores podían distinguir las personas que no eran él, Elena, su novia le dijo que era lo más dulce que ella había probado. Pablo que ya no recordaba si una cosa dulce era buena o mala recibió una bofetada y un portazo por su no respuesta.

El portazo le hizo morderse la lengua como nueve años antes y esta vez, no recuperó el sentido del gusto como cabía esperar, sino que desarrolló una fobia hacia la puertas que le impidió salir del edificio donde vivía Elena hasta el día siguiente cuando ella lo encontró llorando en el descansillo. Pablo fue incapaz de moverse pues estaba rodeador de puertas, por su lado no dejaban de pasar pasteles en forma de balón y la preocupación por no saber que significaba “dulce” no se alejaba de su cabeza.