viernes, 22 de enero de 2010

Las lavadoras se ponen los domingos (I)


- - Laura, no te oí llegar ayer.

- - Normal, hacía un par de horas que estaba en casa cuando apareciste.

Iba de un lado para otro con una taza de café en una mano y ropa en la otra. Salía a la terraza y volvía sin ropa en la mano y a veces sin taza. Cuando esto pasaba volvía a salir, la recogía de la silla verde y volvía a entrar en el piso. De pronto salió al comedor.

- - ¿Sólo tienes esto para lavar?

- - Eh… no lo sé, no me lo había planteado. ¿De dónde has sacado eso? Des de la semana pasada que no veía esa camiseta y el caso es que el jueves quise ponérmela y no pude.

- - ¿De dónde la he sacado? Ja,ja,ja ¿qué no sabes que tienes un cesto de ropa sucia en el lavabo?

- - Ahh… sí ahora que lo dices me suena algo. Lo compró Pablo cuando vivía aquí. Pensé que se lo había llevado.

- - Supongo que lo pensabas porque estaba detrás de la puerta y cómo tú nunca la cierras…

¿Cómo sabía eso? Mejor dicho, ¿Cuántos días llevaba allí para saber eso? Volvió a salir a la terraza con la taza y la ropa que había descubierto. Se quedó mirando al frente un rato.

- - Los vecinos de abajo están discutiendo. Él llegó más tarde que tú. ¿Carlos se llama? Me lo encontré ayer cuando venía de la compra. Creo que no llegarán lejos, ella es demasiado celosa. El martes le lió una buena cuando descubrió unos mensajes de una tal Ainara. Deduje que era una compañera de trabajo por el contenido, pero ella le decía que no era normal que se enviase mensajes con esa “bruja caza hombres”, que para eso estaba el correo.

- - Llevan años así. No creo que se separen, siempre vuelven.

- - Bah, un día todo se acaba.

Entró de nuevo en el piso. Ahora entendía porque cuando a las 5 de la mañana había abierto la nevera para coger leche y estaba llena. Él entró en su habitación y sacó la ropa y se la dio “Creo que ya no hay nada más”. Ella entonces salió de nuevo ahora sin taza pero con un libro.

- - ¿Te puedo hacer una pregunta?

- - Claro. Otra cosa es que te la conteste.

- - ¿Por qué me pides la ropa sucia?

- - ¿Qué tipo de pregunta es ésa?

Era el tipo de pregunta que no le quería hacer, pero era la única forma de saber qué hacía allí sin que ella se sintiera atacada

martes, 12 de enero de 2010

Teníamos un trato


Pasaban más de veinte minutos de las ocho cuando se abrió la puerta. En el comedor parecía que había pasado un ciclón. La mesa estaba llena de papales subrayados con demasiados colores, sobre las sillas descansaban montones de libros abiertos o por abrir y el suelo, era una extensión de la mesa. Laura, en el sofá miraba sin demasiado entusiasmo una serie de televisión.

- Teníamos un trato.
- También teníamos café y esta mañana se ha acabado.
- ¿Qué? Y seguro que no has comprado. ¿Qué voy a desayunar mañana? Pero, no me cambies de tema. Ya sabes de qué trato te hablo. Podías pasar aquí unas semanas si no cambiabas la decoración. Y éste, no parece mi piso.

- Ah, de ese trato me hablas. En una convivencia hay que ceder. Yo acepto que seas tan ordenado. Acepta tú que yo también lo sea.
- ¿El que? ¿Ordenada?

- Sé perfectamente dónde está cada cosa.
- ¿El subrayador amarillo?

- Encima de la silla más cercana a la puerta.
- ¿El verde?
- Debajo de la mesa, junto a una goma de borrar y un punta fina azul.
- ¿El lila?
- No tengo subrayadores lilas... ¿Ves? Todo en orden.
- No, no todo está en orden. ¿Cuándo piensas volver a dejarlo todo como estaba?

- Mmm... No sé. Déjame pensar. El viernes tengo un examen, pero la semana que viene tengo que entregar un reportaje, una crítica y un trabajo indescriptible. Quizá el próximo martes esté lo suficientemente estresada como para hacerlo.
- ¿No sería más fácil hacerlo hoy o mañana?

- ¡Eh! Estoy viendo Seinfield, ¿Vale? Además... Si lo hago ahora... ¿Qué haría el martes?
- ¿Hacer los trabajos?

- ¿Y qué haría el jueves por la noche?
- ¿Dormir?
- ¡Bahh! Entonces no tiene emoción.
- En serio, no te entiendo, ni siquiera te gusta esa serie.
- Tampoco me gusta despertarme a la siete y hoy lo he hecho. Son cosas de la vida, rutinas, manías… llámalas como quieras.
- No pienso discutir contigo. Por cierto... ¿De qué otro trato podría esta hablándote?

- No sé, quizá del de no dormir juntos otra vez. También lo teníamos y tampoco lo he cumplido. Ah, claro como ese también lo has roto tú no pasa nada.
- No es lo mismo.
- Es un trato igual.
- Me voy a la ducha.
- Eso, huye.
- No huyo.
- Te equivocas.
- ¿Cómo?
- Sí he comprado café.