domingo, 25 de julio de 2010

La herencia

- Laura, ¿has visto lo que le han dejado en herencia a tu amigo?
Un gran lienzo, pintura impresionista, autor desconocido. A Laura no le extrañaba que no se hiciera famoso.
- ¿Quién se ha muerto?
- Un tía de esas que sólo ves cuando eres pequeño.
- ¿Le caías bien?
- Claro. Era su sobrino favorito.
- No lo parece.
- Ves, ella opina como yo.
- ¿Qué le ha dejado a tus hermanas?
- No lo sé. ¿Por qué?
- Quizá viviste engañado y sus favoritas fueran ellas.
Pablo no podía sino darle la razón a aquella chica que le sacaba de quicio. El cuadro era horroroso, no pegaba con la combinación de la casa y, encima, daba un poco de miedo.
- ¿Dónde lo vas a poner?
- Aún no lo sé, ¿propones alguna idea?
- Creo que en el contenedor de la esquina queda sitio.
- Laura, te estás pasando.
- Vamos, sólo le pone palabras a los pensamientos de la sala.
- Ahora resulta que la defiendes. A mí me gusta.
- Sólo te gustan las cosas que dan miedo.
- Oye, haré ver que no he escuchado eso por las segundas intenciones que pueda tener.
Laura y Pablo entraron en la cocina mientras el nuevo dueño de aquél cuadro lo observaba.
- Laura, y cuando te mueras ¿Tú qué me vas a dejar?
- ¿Cómo?
- Sí, llevo demasiado tiempo aguantándote y ni siquiera somos amigos. Algo me debo merecer, deberías dejarme algo.
- Tranquilo.
- ¿Qué?
- Cuando me muera te voy a dejar tranquilo. Dejaré escrito en el testamento que prometo no aparecerme en sueños o alucinaciones producidas por substancias prohibidas.
- Mm… Es mucho mejor que un cuadro. ¡Gracias!