sábado, 31 de diciembre de 2011

Diciembre (VIII)

Silencio. Miradas. Tensión. ¿Quién habla primero? Marta esbozó una sonrisa traviesa, él volvió a respirar.

- Tranquilo, no iba en serio. Es decir, sí te tienes que ir porque tengo mucho trabajo. Sí, has tardado mucho en volver y sí, sé que no has sufrido tanto estos meses. Pero no estoy enfadada... No ahora. Ahora no toca. Pero ahora tampoco podemos hablar. Ha sido un buen intento, pero igual que yo sí me he preocupado por ti en la sombra veo que tú no, sino, no habrías dado este paso. O igual sí y aún así te has atrevido lo que me alegraría mucho. Sea como sea, hablamos próximamente ¿De acuerdo? Gracias y feliz inicio de año, Carlos.

Y Marta le dio dos besos como si fuera un viejo conocido. ¿Era eso en lo que se había convertido? En sus planes no había la opción “hablamos próximamente”. Había la opción “Vete a la mierda” y la opción “Beso largo y una vida juntos para siempre”. De hecho, sólo confiaba en la segunda, por eso el amago de la primera le había dejado sin palabras.

Marta tenía razón como el 99,99% de las veces. Él no se había preocupado mucho de saber si ella estaba bien o no. Lamentarse le había ocupado la mayor parte de su tiempo para preguntarse si ella también estaba sufriendo, si había rehecho su vida o si había aprendido a montar en bici.

¿Qué significaba aquel “hablamos próximamente”? ¿Una puerta abierta o una falsa esperanza? Era una manera amarga de despedir el año.

A los seguidores reconocidos de esta historia y a ti que me han dicho que la sigues pero no te manifiestas: Feliz 2012, os deseo lo mejor.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Diciembre (VII)

- ¿Qué te digo? Te digo que eres un idiota. Y no sólo eso… ¿Qué manera es esta de venir después de tantos meses? No sé… un poco más de implicación. Una canción, un poema, algún avión escribiendo perdón en el cielo, globos en forma de osos y corazones. Un poco de dramatismo, por favor. ¿Dónde están los “lo siento” , “Te echo de menos” ,“vuelve”? ¿Y los “he tardado tanto porque…”? Porque yo aún no lo sé. Por lo que me han dicho durante este tiempo no has llorado mucho, no te has dado al alcohol ni a las drogas, has mantenido una vida social bastante activa… Ni siquiera te has intentado suicidar, ni un comentario al respecto, ni un intento fallido en el último momento… ¡Nada! ¿Qué manera es esa de echarme de menos? Ah, claro el duelo se lleva por dentro, claro. No en mi mundo y lo sabes. Esta declaración de intenciones está muy bien para empezar, pero deberías haber empezado antes y mejor. No llega ni a dramón de domingo en A3. Aún te queda un largo camino por recorrer. Y ahora vete de mi despacho, tengo mucho trabajo qué hacer antes de que acabe el año.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Diciembre (VI)

¿Qué le decía? ¿Llegaba medio año tarde y encima le preguntaba impaciente que qué le decía? ¡Ella había estado esperando mucho tiempo y nunca le había presionado! Tenía ganas de decirle que era un idiota, que había perdido mucho tiempo, que ahora era demasiado tarde, que no le exigiera nada, que saliera del despacho.

La rabia de aquellos meses de ruptura sin pelea y casi sin palabras se apoderaba de ella a pasos agigantados. No quería respirar hondo, no quería controlarse, no quería suavizar sus pensamientos, no quería volver a lo de siempre. Quería decirle que era un idiota por no haber reaccionado antes e iba a hacerlo.

- ¿Qué te digo? Te digo que eres un idiota. Y no sólo eso…

martes, 27 de diciembre de 2011

Diciembre (V)

- He comprado una Nespresso y cápsulas para todo el año; aquí tienes unas botas de agua de color amarillo para que nunca llueva demasiado, he cambiado el disco y ahora sólo suena Valiente; y tenemos pases de temporada para el TNC. Y he comprado rotuladores de todos los colores para la pizarra. Y… Quiero empezar de cero.

Marta no sabía qué decir. Le echaba de menos, pero no sabía si él había entendido por qué se había ido. Que la suma de todo había podido con ella, que no era el café, las botas, los días raros. Era el dar por hecho que ella estaba bien, que no necesitaba nada, que con un “lo siento bastaba”.

- ¿Qué me dices?

lunes, 26 de diciembre de 2011

Diciembre (IV)

Había pasado un año desde que no fuera al teatro y casi siete meses desde que él volvía a ser “yo”. Entre ambas fechas habían pasado cinco meses en que no se había querido dar cuenta de nada. Cinco meses pero seguro que eran muchos más. Nadie había borrado la pizarra, nadie había quitado las entradas de la nevera. Le recordaban su error, que era demasiado tarde, que las plantas se secan.

Seguía sin haber café, en su corazón seguía lloviendo y como los 365 días anteriores seguían sonando Los días raros. Echaba de menos la cocina sin sal de Marta, las notas en la pizarra, el mensaje de las tres diciendo qué había comido. Las tardes de sofá, las caricias de medianoche, las mañanas que le despertaba la radio.

¿Por qué no había comprado café? ¿Por qué no intentó colorear su día lluvioso? ¿Por qué dejó aquel disco puesto en el equipo de música? ¿Por qué no fue al teatro? ¿Por qué no dio cuenta que ella se alejaba? Si en un día había cometido tantos fallos, cuántas cosas debían habérsele pasado por alto.

Buscaba la respuesta en su examen suspendido. Cómo si se tratara de la última oportunidad para aprobar una asignatura salió a la calle y empezó a buscar respuestas. A las 14.55 entró en el despacho de Marta. Aún estaba vacío, pero en apenas dos minutos entró.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Diciembre (III)

Entró de nuevo en su habitación y abrió el armario. Ni rastro de zapatos, botas, bambas, camisetas, tejanos, sudaderas… De Marta sólo había recuerdos. Desconcertado, Carlos se fue al salón. Ahí sí seguían las fotos de los dos, los cuadros de Berlín y una lámpara. “Debo estar soñando”. Se lavó la cara y siguió registrando la casa en busca de una pista que le ayudara a comprender por qué de golpe el piso se había quedado vacío. Sólo encontró un post-it pegado en la puerta de entrada. “Nos vemos esta noche”.

Pasó todo el día intranquilo. Sabía que significaba aquel “Nos vemos esta noche”. Marta le iba a dejar, se iba a ir. No entendía por qué, pero se marchaba. Se había llevado sus cosas tal como las había traído: poco a poco, sin hacer ruido, un día una cosa, otro día tres y así hasta instalarse. Entonces se había dado cuenta y cada día buscaba qué nueva camiseta había guardado en el armario, qué gel de ducha había comprado o qué libro había encima de la mesilla de noche. Ahora, en cambio, no se había percatado de que faltaba la mascarilla del pelo y sus zapatillas de estar por casa en forma de vaca. Que en su mesilla sólo reposaba un reloj de toda la vida y que los cajones estaban llenos de ausencia.

“Me voy. Creo que no me he dejado nada. De ser así, cuídalo bien”. Sonreía a pesar de que su alma lloraba. “De hecho no me voy porque nunca he estado aquí, pero… ya me entiendes: vuelvo definitivamente a mi piso y nosotros… creo que volvimos a ser tú y yo hace mucho tiempo”. ¿No tenía derecho a réplica? No, no se lo merecía.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Diciembre (II)

A la mañana siguiente seguía sin haber café, no llovía, pero seguían sonando Los días raros. “Bon dia! La obra genial, de esas que te hubieran gustado menos de lo normal, pero a Cristian le encantó. A veces pienso que tienes razón y que debería cambiarte por él! Have anice day, baby!” Había algo raro en ese mensaje. Y no sabía que.

Mientras bebía un zumo de naranja, zanahoria y mango observaba la pizarra. Seguían las frases del día anterior. Laura había estado la noche pasada allí y no las había borrado ni tampoco había incluido un mensaje nuevo. Llevaba unos días muy estresada, en el trabajo había poca gente y demasiadas cosas que acabar antes de fin de año. “Esta noche le prepararé un baño relajante y una buena cena”.

Esa noche fue Marta la que no podía quedar. Carlos no recordaba la cena alternativa de empresa. Como cada año, ésta tenía lugar una semana más tarde, con menos comida, más alcohol y sólo un grupo selecto y reducido de invitados.

Fueron pasando los días, las “felices fiestas”, las rebajas, los meses. Nunca se habló del teatro. Ella no preguntó, él nunca se atrevió a recordar el día. Parecía que todo seguía igual hasta que un día entró en el baño y no vio ni las cremas, ni el perfume ni el cepillo de dientes de Marta. ¿Cuándo se había llevado todas esas cosas?

viernes, 23 de diciembre de 2011

Diciembre (I)

“No hay café :(”

“Fuera llueve (demasiado)”

“Suena: Los días raros

“¡Nos vemos esta noche en el teatro! :D”

Aquellas frases habían estado escritas justo un año antes en la pizarra de vinilo que presidía la cocina. Tanto tiempo después, el rotulador estaba desgastado, pero no lo suficiente como para haberlas borrado, como para que su significado desapareciera. Aquél jueves de diciembre no supo interpretarlas y ahora era demasiado tarde.

Ella no le pedía demasiado, tan sólo ir al teatro un jueves al mes. Un par de horas, tres a lo sumo a cambio de acompañarlo a comidas, cenas y otras reuniones de trabajo que los dos odiaban. Pero aquel jueves Carlos decidió que era demasiado. El año acababa, no tenía ganas de nada, no sabía nada sobre la obra y no tenía ganas sorprenderse. Simplemente quería llegar a casa, quitarse los zapatos, la corbata, poner los pies encima de la mesa, sentir como se abría una lata de cerveza y ver como la espuma peleaba por salir de ella.

Hacia las cinco la llamó “No podré ir al teatro porque…”. “De acuerdo”. No dijo nada más. Estaba liada, seguro que no había sido un gran día. Él no insistió; ella no pareció enfadarse. Empezó a dudar de si la llamada fue real o no. Miró el registro del móvil. Lo era. Entonces empezó a arrepentirse de todo aunque aún no lo sabía.

Cuando Carlos se disponía a salir de su aburrido despacho le sonó el móvil. Pensó que seria Marta para la gran bronca y se sintió aliviado. Sin embargo, el nombre iluminado era el de Quique. Volvió a inquietarse ¿Dónde estaban los reproches? Ya había pasado más de una hora, llegaban tarde.

La propuesta de Quique era tan simple que no podía rechazarla: ver el último partido de la temporada todos juntos. Era uno de aquellos de copa del Rey, sin trascendencia (o quizá sí, Carlos ya no lo recordaba), pero era futbol, eran amigos, era cerveza, era desconexión. “Los pies encima de la mesa deberán esperar, pero esta vez por una buena causa”, pensó.

Efectivamente no fue un partido emocionante. Quizá hasta el primer gol, después el deporte pasó a un segundo plano y él se olvidó de Marta, del teatro, del café. Al volver a casa vio las entradas usadas pegadas a la nevera. ¿Con quien debía haber ido su chica al teatro? Da igual, mañana le prepararía el desayuno y le propondría renegociar su trato de cara al año que viene.

Entró en la habitación sin hacer ruido hasta que se dio cuenta que no había nadie. ¿Dónde estaba Marta? ¿Por qué había ido hasta allí para no quedarse? Miró el móvil. Ningún mensaje, ninguna llamada. El correo. Tampoco. Twitter. Facebook. Sin avisos ni menciones. ¿Estará bien? ¿La llamo? Es tarde, un mensaje via Whatsapp “¿Estás ahí?”. Sin respuesta. Marta era adicta a irse a dormir habiendo dejado todas sus vidas virtuales al día así que debía estar ya en la cama. “Bona nit/ Bon dia, Martona ¿Te gustó la obra? ¿Con quién fuiste? ¡Mañana hablamos! Un beso!” Quizá debía haberle dicho que la quería. Mañana será otro día.