- No sé, no estoy acostumbrado a que me laven la ropa.
- Siempre te la lavan, ¿acaso quitas las manchas a mano?
- No, quiero decir… ya me has entendido… es que…
- No te pongas nervioso, me iré mañana por la mañana.
- Yo…
- Ya, tú no me echas, pero no sabes qué hago aquí.
Volvía a hacerlo. Le leía la mente. Interpretaba su mirada. Encontraba las palabras para expresar sus pensamientos. No quería que se fuera, no quería tenerla allí, no sabía lo que quería.
- Puedes quedarte el tiempo que quieras.
- ¿Desde cuando el ser humano sabe lo que quiere?