miércoles, 22 de abril de 2009

¡Felicidades, Capitán!

Cada año cuando llegaba el 23 de abril lo que se me venía a la cabeza era que ninguna rosa amarilla o libro adornaría mi habitación al llegar la noche, Este año, en cambio, a medida que se acercaba el día, además de pensar en qué libro regalaba a dos personas más que especiales, también pensaba en cómo felicitar a alguien no “más que especial”, pero sí “más que oportuno”.
Puedo decir que conozco a David más de lo que algunos creen necesario y menos de lo que a mí me gustaría. Puedo decir que suele llegar tarde, que su actitud a veces es prepotente y que le gusta hacer ver que es él quien sabe y no tú. Sé, también, que conoce mucha gente y que bien podría ser uno de los grados de separación con cualquier persona. Le puedes hablar mal des del respeto o bien des de la arrogancia que siempre va a saber qué contestarte. Puedes pasarte varios minutos con un tira y afloja que siempre sabrá que contestarte y tú que contestarle a él porque tiene la capacidad de sacar lo peor –o lo mejor- de ti. David también se equivoca, se ríe si se lo recuerdas. Me gusta pensar que es humano y tiene sentimientos.

Durante unos meses creo que me intentó enseñar muchas cosas y puedo decir que no lo consiguió. No sé cuales eran sus expectativas, pero las mías creo que fueron demasiado altas. Más que aprender, recordé. Recordé que no debía dar la razón a quien no la tenía, que las cosas no tiene porque decirse con palabras bonitas, que yo sí podía.

Podemos decir que David apareció cuando y donde debía a su pesar. Cuando volvía a preguntarme qué hacía allí, por qué había escogido ese camino y por qué no dejaba de equivocarme. Sin palabras amables y con algún que otro enfrentamiento sin importancia me devolvió las ganas –y sin él saberlo- de demostrarle a alguien que yo no era como los demás, que él no podía decirme que yo no podía hacer algo como si no pasara nada. Si algún día llego a ser alguien –ya no digo importante, si no alguien a secas- quizá la gente te maldiga por haber hecho que alguien como yo continuara en un mundo como este. Yo, de momento, te agradezco una vez más que te cruzaras –de nuevo- en mi camino. Y ahora ya no más, capitán. Has tenido suficiente por hoy. Simplemente recordarte que espero encontrarte en más vidas, así que no te escondas.

¡Feliz cumpleaños!

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