viernes, 23 de diciembre de 2011

Diciembre (I)

“No hay café :(”

“Fuera llueve (demasiado)”

“Suena: Los días raros

“¡Nos vemos esta noche en el teatro! :D”

Aquellas frases habían estado escritas justo un año antes en la pizarra de vinilo que presidía la cocina. Tanto tiempo después, el rotulador estaba desgastado, pero no lo suficiente como para haberlas borrado, como para que su significado desapareciera. Aquél jueves de diciembre no supo interpretarlas y ahora era demasiado tarde.

Ella no le pedía demasiado, tan sólo ir al teatro un jueves al mes. Un par de horas, tres a lo sumo a cambio de acompañarlo a comidas, cenas y otras reuniones de trabajo que los dos odiaban. Pero aquel jueves Carlos decidió que era demasiado. El año acababa, no tenía ganas de nada, no sabía nada sobre la obra y no tenía ganas sorprenderse. Simplemente quería llegar a casa, quitarse los zapatos, la corbata, poner los pies encima de la mesa, sentir como se abría una lata de cerveza y ver como la espuma peleaba por salir de ella.

Hacia las cinco la llamó “No podré ir al teatro porque…”. “De acuerdo”. No dijo nada más. Estaba liada, seguro que no había sido un gran día. Él no insistió; ella no pareció enfadarse. Empezó a dudar de si la llamada fue real o no. Miró el registro del móvil. Lo era. Entonces empezó a arrepentirse de todo aunque aún no lo sabía.

Cuando Carlos se disponía a salir de su aburrido despacho le sonó el móvil. Pensó que seria Marta para la gran bronca y se sintió aliviado. Sin embargo, el nombre iluminado era el de Quique. Volvió a inquietarse ¿Dónde estaban los reproches? Ya había pasado más de una hora, llegaban tarde.

La propuesta de Quique era tan simple que no podía rechazarla: ver el último partido de la temporada todos juntos. Era uno de aquellos de copa del Rey, sin trascendencia (o quizá sí, Carlos ya no lo recordaba), pero era futbol, eran amigos, era cerveza, era desconexión. “Los pies encima de la mesa deberán esperar, pero esta vez por una buena causa”, pensó.

Efectivamente no fue un partido emocionante. Quizá hasta el primer gol, después el deporte pasó a un segundo plano y él se olvidó de Marta, del teatro, del café. Al volver a casa vio las entradas usadas pegadas a la nevera. ¿Con quien debía haber ido su chica al teatro? Da igual, mañana le prepararía el desayuno y le propondría renegociar su trato de cara al año que viene.

Entró en la habitación sin hacer ruido hasta que se dio cuenta que no había nadie. ¿Dónde estaba Marta? ¿Por qué había ido hasta allí para no quedarse? Miró el móvil. Ningún mensaje, ninguna llamada. El correo. Tampoco. Twitter. Facebook. Sin avisos ni menciones. ¿Estará bien? ¿La llamo? Es tarde, un mensaje via Whatsapp “¿Estás ahí?”. Sin respuesta. Marta era adicta a irse a dormir habiendo dejado todas sus vidas virtuales al día así que debía estar ya en la cama. “Bona nit/ Bon dia, Martona ¿Te gustó la obra? ¿Con quién fuiste? ¡Mañana hablamos! Un beso!” Quizá debía haberle dicho que la quería. Mañana será otro día.

1 comentario:

  1. No imaginaba cómo podían acabar las palabras que me adelantaste. Me gusta MUCHO.

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