domingo, 25 de diciembre de 2011

Diciembre (III)

Entró de nuevo en su habitación y abrió el armario. Ni rastro de zapatos, botas, bambas, camisetas, tejanos, sudaderas… De Marta sólo había recuerdos. Desconcertado, Carlos se fue al salón. Ahí sí seguían las fotos de los dos, los cuadros de Berlín y una lámpara. “Debo estar soñando”. Se lavó la cara y siguió registrando la casa en busca de una pista que le ayudara a comprender por qué de golpe el piso se había quedado vacío. Sólo encontró un post-it pegado en la puerta de entrada. “Nos vemos esta noche”.

Pasó todo el día intranquilo. Sabía que significaba aquel “Nos vemos esta noche”. Marta le iba a dejar, se iba a ir. No entendía por qué, pero se marchaba. Se había llevado sus cosas tal como las había traído: poco a poco, sin hacer ruido, un día una cosa, otro día tres y así hasta instalarse. Entonces se había dado cuenta y cada día buscaba qué nueva camiseta había guardado en el armario, qué gel de ducha había comprado o qué libro había encima de la mesilla de noche. Ahora, en cambio, no se había percatado de que faltaba la mascarilla del pelo y sus zapatillas de estar por casa en forma de vaca. Que en su mesilla sólo reposaba un reloj de toda la vida y que los cajones estaban llenos de ausencia.

“Me voy. Creo que no me he dejado nada. De ser así, cuídalo bien”. Sonreía a pesar de que su alma lloraba. “De hecho no me voy porque nunca he estado aquí, pero… ya me entiendes: vuelvo definitivamente a mi piso y nosotros… creo que volvimos a ser tú y yo hace mucho tiempo”. ¿No tenía derecho a réplica? No, no se lo merecía.

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