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viernes, 17 de febrero de 2012

La azotea (IV)

- ¿Y bien?
- Voy a alquilar el piso y me voy a ir a vivir a otro lado de la ciudad. Lo suficientemente lejos para no complicarte la vida y lo bastante cerca como para poder venir a visitarte. Quizá es el momento de empezar de cero de verdad. Me apuntaré a inglés, a clases de cocina, a cerámica… No sé, a cualquier cosa que me permita conocer gente. O que le permita a la gente conocer a alguien tan maravilloso como yo –concluyó Elena con una sonrisa llena de tristeza.
- Cuando eso pase te echaré de menos. No demasiado, pero sí algo.
- Bueno, ya no tendrás por qué sentirte mal. Soy yo la que me voy, tú no me abandonas. Además, tu chica estará más tranquila conmigo un poco más lejos y con más personas en mi círculo de amistades.
- Seguro que se cansará de verme y se arrepentirá de todas las veces que me ha dicho que paso demasiado tiempo contigo. Entonces me dejará y seré yo quien te llame con excusas suicidas sin fundamento. Pero la verdad que no entiendo por qué vas a hacer eso y no lo que en realidad quieres. ¿Qué quieres? ¿Ir a la luna?
- Más o menos.
- Elena, creo que nunca te llegaré a entender ni siquiera un poco. Pero me alegro que quieras hacer cosas nuevas. Empieza a hacer frío. Vamos a cenar.

Mientras bajaban él le dijo que iría a buscar el coche mientras ella se cambiaba y cogía el bolso. Te espero en el coche que hace frío, dijo él alegre. Mejor en la luna, respondió ella de manera casi imperceptible.

La azotea (III)

- Sabes que soy demasiado egoísta como para temer hacerte daño. Tengo… Me… Sería autodestructivo para mí. Eso es. Me lastimaría a mi misma. Y no quiero herirme. A pesar de todo, eres el único que me aguanta. Sólo te tengo a ti.

- Y a tu abuela.

- Se ha ido. No, no se ha muerto, se ha ido a una residencia. O se irá en breve. Parece ser que todas las personas a las que creo importar me dejan. ¿Cuándo me vas a dejar tú?

- Me gustaría decirte que nunca.

- ¿Y por qué no lo haces?

- Porque no me vas a creer.

Tenía razón. Elena había dejado de creer hace mucho. Cuando sus padres desaparecieron de la noche a la mañana y las dejaron a ella y su hermana pequeña al cuidado de sus abuelos. Blanca finalmente se fue a vivir a una ciudad del norte con sus tíos quienes tenían unos gemelos de su edad. Ella se quedó en Barcelona. Quizá por fidelidad a su abuela, por pensar demasiado, porque en el fondo pensaba que ellos volverían. Pero no volvieron y jamás entendió por qué.

Después de ellos, su abuelo tuvo un paro cardiaco y también se fue. Lydia, su amiga del alma, no regresó de un campamento de verano en Londres. Sus padres decidieron que sería mejor que cursara allí bachillerato y los estudios posteriores. La dueña del bar de abajo traspasado el negocio y dejó de tener un refugio donde pasar las tardes en que se dejaba las llaves y no podía entrar en casa hasta que su abuela volvía. También Toky, un periquito se escapó inexplicablemente. Aunque siempre tuvo sospecha que su abuela dejó la puerta abierta pues nunca soportó demasiado a los plumíferos.

- ¿Y tú qué quieres hacer?
- Mejor sería que me preguntaras qué voy a hacer.

lunes, 30 de enero de 2012

La azotea (II)

- Lo de siempre, más o menos.
- ¿Con quien has discutido?
- Con nadie.
- Entonces no es lo de siempre.


Silencio. Siempre había silencios cuando se encontraban en la azotea. No necesariamente incómodos, tampoco necesarios. Seguían mirando al frente, sus ojos aún no se habían encontrado.

- ¿Por qué sigues siendo amigo mío?
- Es algo que me pregunto siempre que me llamas. Dijo él sonriendo.
- Tienes miedo -dijo Elena tajantemente-. De hacerme daño, de echarme de menos, de sentirte mal, de arrepentirte…
- ¿No quiero ser amigo tuyo en realidad? Respondió él desconcertado.
- Yo creo que no.

Elena le acababa de decir que él no la quería como amiga. Él estaba sorprendido, ella estaba tranquila. Nunca se había planteado por qué seguían siendo amigos a pesar del carácter inestable e insoportable de Elena. Tampoco se le había pasado por la cabeza que debieran dejar de caminar juntos.

- ¿Y tú por qué sigues conmigo? ¿También tienes miedo de hacerme daño?

domingo, 29 de enero de 2012

La azotea (I)


- Últimamente cuando te llamo tardas mucho. Un día me dará tiempo a tirarme de verdad y llegarás cuando sea demasiado tarde.
- Ese día saldrás perdiendo tú, así que...
- Ese día saldréis perdiendo todos por perder a alguien como yo.

Decidió no contestar y suspiró. Los dos estaban sentados en el borde. Al frente, toda la ciudad y a lo lejos el mar. Al fondo, las sábanas infantiles de los hijos de algún vecino.

- Normalmente la gente que se va a suicidar no avisa.
- Quizá yo sea la excepción que confirma la regla.
- ¿Algún día dejarás de complicarme la vida?
- Escogiste tú ser amigo mío, nunca te he obligado. Y tuviste oportunidades para no renovar la amistad. No te quejes ahora.
- Y bien, ¿qué te pasa hoy?