- Últimamente cuando te llamo tardas mucho. Un día me dará tiempo a tirarme de verdad y llegarás cuando sea demasiado tarde.
- Ese día saldrás perdiendo tú, así que...
- Ese día saldréis perdiendo todos por perder a alguien como yo.
Decidió no contestar y suspiró. Los dos estaban sentados en el borde. Al frente, toda la ciudad y a lo lejos el mar. Al fondo, las sábanas infantiles de los hijos de algún vecino.
- Normalmente la gente que se va a suicidar no avisa.
- Quizá yo sea la excepción que confirma la regla.
- ¿Algún día dejarás de complicarme la vida?
- Escogiste tú ser amigo mío, nunca te he obligado. Y tuviste oportunidades para no renovar la amistad. No te quejes ahora.
- Y bien, ¿qué te pasa hoy?
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