lunes, 30 de enero de 2012

La azotea (II)

- Lo de siempre, más o menos.
- ¿Con quien has discutido?
- Con nadie.
- Entonces no es lo de siempre.


Silencio. Siempre había silencios cuando se encontraban en la azotea. No necesariamente incómodos, tampoco necesarios. Seguían mirando al frente, sus ojos aún no se habían encontrado.

- ¿Por qué sigues siendo amigo mío?
- Es algo que me pregunto siempre que me llamas. Dijo él sonriendo.
- Tienes miedo -dijo Elena tajantemente-. De hacerme daño, de echarme de menos, de sentirte mal, de arrepentirte…
- ¿No quiero ser amigo tuyo en realidad? Respondió él desconcertado.
- Yo creo que no.

Elena le acababa de decir que él no la quería como amiga. Él estaba sorprendido, ella estaba tranquila. Nunca se había planteado por qué seguían siendo amigos a pesar del carácter inestable e insoportable de Elena. Tampoco se le había pasado por la cabeza que debieran dejar de caminar juntos.

- ¿Y tú por qué sigues conmigo? ¿También tienes miedo de hacerme daño?

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