Había pasado unos días desde la visita sorpresa de Carlos. Cuando él se fu, ella se dejó caer en su silla. Temblaba. Unos días después estaba más tranquila, en el sofá de su casa, pero igual de confusa.
Había pasado tanto tiempo, había esperado tanto a que se produjera una reacción como esa, era tan tarde… Recordaba perfectamente aquel jueves en que llovía. Se había levantado tarde, se había acabado el café, tenía dos reuniones en el trabajo. Desde la seis de la mañana sólo quería que fueran las ocho de la tarde para apagar el móvil y visitar El museu del temps en la Sala Petita del TNC.
Faltaban 15 minutos para la reunión de las cinco cuando sonó el móvil. Sólo con ver el nombre sabía qué significaba la llamada. Suspiró, respondió la llamada. Colgó. Entró en la sala Bosc, lo hizo tan bien como las circunstancias se lo permitieron y después, lloró. Ya no podía más.
Hacía meses que nada era igual. Habían hablado muchas veces y ni siquiera había promesas de mejora. Todo se resumía en un diálogo de Kafka que no lograba olvidar. Éste resumía a la perfección la espiral autodestructiva en que se había convertido su relación.
- No estoy contento de ti.
- No pregunto por qué, lo sé.
- ¿Y bien?
- No puedo hacer nada. No puedo cambiar. Puedo encogerme de hombros y torcer la boca. No puedo hacer más.
Oh, ohhh. La otra versión, la otra versión!!
ResponderEliminarell ja diu que no pot canviar. Per què no pot pensar ella que mereix alguna cosa més, millor per què pensa que no ho pot tenir?
ResponderEliminarEspero que durant les próximes entrades pugui resoldre els teus dubtes ;)
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