Como cada domingo y a aunque aún notaba los efectos de un fin de año adolescente a pesar de rozar los treinta, Carlos se levantó no muy tarde y se fue al gimnasio. Había pasado las fiestas navideñas como en otro mundo, pensando, esperando una llamada, un mensaje un twitt algo próximo que no acababa de llegar. ¿Se había olvidado de él? ¿Era su manera de hacerlo sufrir?
Una vez en el gimnasio se puso el bañador y bajó a la piscina. No pudo hacer más de un quilómetro ya que ni su mente ni su cuerpo estaba respondiendo bien a los excesos de aquellos días. Pensó que se hacía mayor. Jacuzzi, sauna, ducha, toca irse a casa. Antes de llegar, prensa y pan.
Al abrir la puerta notó una sensación extraña, como si alguien hubiese estado en casa. Al entrar a al comedor notó aquel olor a algodón de azúcar tan característico de Marta. Dejó las cosas del gimnasio en el suelo y empezó a recorrer la casa. Aparentemente no había nada diferente a como lo había dejado antes de irse, sólo que el piso volvía a oler a Marta. Se dejó caer en el sofá y se quedó dormido. Hacia la una lo despertó el teléfono. Era su madre. “No, no madre hoy no voy a comer, no me encuentro bien, sí mejor que ayer pero no tengo ganas de salir...”, ni hoy ni en toda la semana, aunque eso no se lo dijo. Entró en la cocina en busca de una pastilla y un vaso de agua, como de costumbre miró la pizarra pero esta vez ponía:
“Bon dia! Veo que sigues con las mismas costumbres. Feliz 2012”
Marta había estado en casa. ¿Era una señal de que iba a volver? ¿Tenía que llamarla? Se quedó un buen rato pensando y decidió enviarle un mensaje. “Feliz 2012 a ti también, Marteta, eres toda una espía :)”. Él estaba contento, ella, a unos cuantos quilómetros de distancia, también.
Mañana el desenlace. ¿Qué creéis que pasará?
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