lunes, 9 de enero de 2012

Enero (VII)

Durante casi un mes Marta volvió poco a poco a la vida de Carlos. Habían vuelto aquellas pequeñeces como mensajes a la hora de comer informando del menú o preguntando qué había tomado él de postre. A la oficina llegaban cafés y Muffins los lunes y en casa aparecía una post-it en cualquier parte cuando menos se lo esperaba. También mensajes en el espejo del lavabo. Verse, en cambio, se habían visto sólo un par de veces. Ambas para tomar un café a media tarde.

Aunque Quique le había dicho que cambiase la cerradura cuando Marta se fue, Carlos no le había hecho caso y ahora se alegraba. Ella le había dejado su juego de llaves encima de la mesa antes de irse, pero seguramente tendría copias. Marta tenía tendencia a perderlas entre su desorden o a dejárselas dentro de casa. Sino, debería tener un cómplice y no sabía quien podía ser. Whiskers, su gato, que le miraba mal desde que Marta se fue, aún no había aprendido a abrir puertas.

El día que se cumplía un mes y cuatro días de la aparición estelar de Carlos en el despacho de Marta, ésta decidió que había llegado el momento del volver a hablar. Él parecía que había aprendido la lección y ellas estaba cansada de ir y venir. Así que se preparó un buen discurso, se puso los tacones y sobre las seis puso rumbo al ático de carolos. Él llegaría sobre las siete si no había contratiempos. Le daría tiempo a cenar en casa.

Cuando entró en el piso por primera vez unas semanas antes le vino a la mente la canción Se me olvidó otra vez de Maná. Parecía que no la había olvidado y que él de verdad la estaba esperando. “Para que tú al volver no encuentres nada extraño…” Todo estaba tal y como ella lo había dejado y ahora seguía igual. Sólo el mensaje de la pizarra era diferente y porque había sido ella quien lo había actualizado. Quizá, en el fondo, se estaba equivocando. Le dejó las instrucciones en la mesa, una carta en el dormitorio y se fue hacia el terrado.

Él subió con una nueva vida montada en su cabeza. Ella estaba a punto empezar la suya. Carlos la encontró de espalda observado cómo el tráfico se iba adueñando de la calle. Marta al escuchar la puerta se giró. Se dieron un beso de aquellos de película, fuegos artificiales y canción propia. Los dos se tenían ganas, los dos se habían echado mucho de menos. Sólo uno sabía que sería el último.

- Espero que este mes te haya enseñado que recuperar a alguien no es cosa de un día. Ni siquiera de un mes, sino de ganas, de ir poco a poco, de hacerse notar, de hacerse imprescindible. Tú para mí ya no lo eres.

Carlos se quedó helado. Cuando reaccionó, Marta ya era uno de esos coches que regresaba a casa después de un día duro. En casa, se encontró con su olor, dos juegos de llaves y “lo que más” escrito en la pizarra de la cocina.

1 comentario:

  1. Carlos se había vuelto a acostumbrar. En fin, me gusta y no. Es cruel todo. ARF.

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